La romantización de la maternidad
La maternidad es un tema muy común en terapia. No es de extrañar, pues se trata de una experiencia que rompe y pone de frente las propias creencias, carencias y expectativas. Supone de hecho un momento catárquico para las mujeres que necesitan revisarse.
A menudo, idealizada o denostada por la sociedad, ser madre es una de esas cosas susceptible de ser opinable.
Al trabajar como terapeuta, he observado que muchas mujeres se sienten atrapadas por las expectativas irreales sobre lo que significa ser madre y , aunque la tendencia parece a ir aflojando las exigencias, lo cierto es que observo cómo estas se transforman.
y ¿sabes cual es el denominador común de todo eso?
Que en cualquier caso un juicio o criterio ajeno indica eso que tenemos o no tenemos que hacer.
Lo veo cada día
Mis pacientes, a menudo, repiten de forma inconsciente los clichés de comerciales: “Mis hijos son mi todo”, “Gracias a mis hijos soy una mejor persona”, “me olvido de mi al verlos creciendo”… Los mitos sobre el instinto maternal y la glorificación del sacrificio materno alimentan estas frases. De esa forma, magnifican una culpa que nos ata a estándares del patriarcado y permanece oculta en el inconsciente colectivo. Si no eres una madre abnegada no eres una “buena madre”. Esta creencia limitante puede entrar en conflicto con otras, que cada vez también escuchamos más como: “tienes que cuidarte tu para cuidarlos a ellos”, “no puedes renunciar a tu carrera profesional”… y un largo etc.
Me he dado cuenta de que más allá del contenido del mensaje que sea, en el fondo, el denominador común es la idea de decirnos a las madres lo que tenemos o podemos hacer o sentir. De nuevo ubicarnos en un lugar que no es el propio, porque nadie pregunta. ¿Cómo te encuentras? o ¿qué necesitas? Serán mejor recibidos que cualquier consejo no pedido. Cada día veo más claro cómo nuestra sociedad hace vulnerables a las madres. Lo peor de todo es que introyectamos los mensajes, creyéndolos propios. Muchas veces ni los reconocemos, pero están ahí, limitando lo que podemos hacer o sentir.
Me gusta pensar que también tenemos la capacidad para romper con las narrativas idealizadas sobre la maternidad; que somos capaces de confrontar las partes silenciadas de nosotras mismas en aras de un ideal de perfección maternal inalcanzable, y que por otro lado sería perjudicial.
¿Te imaginas una madre que lo hiciera todo ideal y perfecto?
Yo tampoco
Como Winnicott, creo que en ese espacio que queda entre la perfección y ser lo “suficientemente buena” es donde las criaturas pueden expandirse y pueden iniciar su proceso de individuación: encontrarse a sí mismas y a sí mismos como individuos que han de resolver sus propios temas de forma autónoma, sencillamente porque mamá no llega a todo y está bien que sea así. También la adulta se encuentra un poco más consigo misma en esa imperfección.
La maternidad no es un sendero iluminado y lineal.
Se parece más a una travesía compleja que nos enfrenta a nuestros miedos más oscuros, ira, agotamiento extremo, y dudas. Aceptemos que está bien sentirnos abrumadas, que la satisfacción y el agotamiento pueden coexistir en un mismo instante. Porque se trata de un camino entre la madre ideal y la madre real. Tanto tu como yo sabemos que en ese camino hay una clara tendencia a la realidad y a la supervivencia.
Supongo que la romantización de la maternidad evita que nos enfrentemos a nuestras verdades más crudas. Esto nos deja más vulnerables a las exigencias externas, porque si me niego la emoción, no me sentiré capaz de enfrentar las verdades asociadas a la misma y eso al sistema le viene muy bien.
Las madres somos seres complejos, con luces y sombras. Y me encanta ver también en sesiones cada que cada vez llegan madres aceptando esa dualidad y que deciden y apuestan por integrar la polaridad entre la buena madre y la perfección a la que no se llega.
A menudo nos hacemos preguntas y no todas las respuestas son dulces. Muchas veces, estas respuestas están enmascaradas y edulcoradas por un marketing que la pinta de color de rosa. Otras veces, el conflicto interno viene de la mano de la renuncia que supone ser madre.
Se omitien las voces y experiencias que, aunque incómodas, merecen ser escuchadas porque de su mano viene la virtud. Te puedo ayudar a reconcilarte con las virtudes que ya tienes.