Hay quien afirma que esta generación de madres, somos las madres de la autoexigencia. Queremos respetar la autenticidad de nuestras hijas e hijos pero no nos damos cuenta de que dificilmente acogemos nuestra imperfección. No tuvimos referentes, y probablemente no aprendimos a poner atención a nuestras propias necesidades, nuestros ritmos o nuestros cuerpos hasta bien pasados los 30. Hoy te traigo 7 puntos que necesitamos repensar a la hora de hablar de crianza feminista y salud mental materna.
¿Quién cuida las necesidades de la infancia?
La crianza feminista y salud mental materna se ven directamente afectadas por un sistema que no reconoce las verdaderas necesidades de la infancia ni de las madres. Son reales y no negociables: seguridad afectiva, presencia constante, espacio para jugar y ser… Pero quien las sostiene somos nosotras. Las madres. Las mujeres. Y aquí es importante no mirar sólo a la individualidad sino atender a lo general, a la norma. No sirve señalar la excepción y negar la evidencia con frases estereotipadas como “mi marido me ayuda mucho” o “mi hermano es un gran padre”… Es necesario mirar a lo que sucede en el espacio público por lo general. Y lo general es que es contundente que las madres seguimos siendo mayoritariamente sostenedoras de los cuiados.
Salud mental materna: una urgencia silenciada
La carga invisible de criar en soledad tiene un impacto directo en la salud mental de las mujeres. No me refiero a las madres “solteras”, me refiero también a las madres que crian solas aunque haya otro adulto aparentemente responsable aunque solo ejerza el papel de figurante. Pueden ser padres divorciados que se limitan a la pensión de manutención justita o convivientes que en realidad no aportan gran cosa. Como consecuencia, las mujeres nos estamos agotando, enfermando, y aún así seguimos intentando hacerlo todo. Crianza y salud mental materna no deberían estar reñidas, pero el sistema actual no nos sostiene y si tenemos que priorizar priorizamos el bienestar de nuestros peques.
Crianza respetuosa, sí. Pero con red
Más allá del tema pareja hay otro tipo de soledad. Es la soledad social, la ausencia de red, el vacío legal de contar con personas en una red de cuidados o atenciones recíprocas basadas en el sistema de confianza. “Hace falta una tribu para criar”, pero nos dejaron solas. Lo que debería ser colectivo recae sobre una sola persona. Crianza feminista no es hacerlo todo, es no hacerlo sola. Somos la generación de madres que tuvo que poner consciencia a la crianza “por encima de nuestras posibilidades” y no quedó otro remedio que hacerlo de forma tan eficaz y autónoma que esto lo hemos hecho sin referentes y sin sostén. Nosotras tuvimos que aprender a dar aquello que probablemente no recibiéramos y eso es tremendamente complicado. Y la realidad es que no hay un sostén cercano porque vivimos en una época en la cual para la red de cuidados ha de haber una intencionalidad. La inercia es lo individual y ahí está nuestro agujero negro, porque para tejer esa red hacen falta tiempos de los cuales no disponemos. Y este sería el bucle infinito. Como no tengo red no tengo tiempo y como no tengo tiempo no tengo red.
Qué es la seguridad afectiva en la infancia
La seguridad afectiva es el suelo sobre el que el ser humano construye su autoestima. Nos exigimos proporcionar esa base de seguridad a nuestras criaturas sin tomar consciencia de que muy probablemente no tengamos capacidad de presencia auténtica porque vivimos en la multitarea y en la exigencia de llegar a todo.
El juego como recurso emocional
El juego espontáneo no es ocio, es necesidad. Es procesamiento emocional, vínculo y exploración. Es también una forma de experimentar la base de seguridad. Todo ello de nuevo requiere tiempo y presencia.
Cuando la madre no puede más
Y no, no es porque no quiera. Criamos en soledad, pero no porque queramos. No estamos hartas de criar: estamos hartas de criar en un sistema que solo nos exige. Como madres de esta generación tenemos claro que las necesidades auténticas en la infancia son las que son. Leímos una barbaridad antes, durante y después del parto para tener el bagage intelectual necesario sabiendo que quizá a nivel vivencia flojeábamos un poco más. Todo eso impacta en la salud mental de las mujeres y al ser negado o no visto, el daño se acentúa.
Soluciones desde una crianza feminista real
- Recuperar comunidad: Urge recuperar o construir las redes naturales de sostén y apoyo. Cuando surgió el capitalismo, las redes vecinales (sostenidas por mujeres) fueron eliminiadas. Da para mucho este tema, caza de brujas mediante. Lo que supuso fue una sociedad desmembrada y por tanto vulnerable. ¿Te suena eso de divide y vencerás?
- Visibilizar la carga: Nombrar lo que pesa, compartir lo que duele, dejar de fingir que podemos con todo. Es importante señalar lo que ocurre, lo que nos ocurre. No se trata solo de lo que no podemos, sino de lo que estando socializadas en la cultura que estamos hemos normalizado y nos atraviesa. Se trata de identificar y reconocer con nosotras mismas en primer lugar (dejar de contarnos medias verdades) para después señalar la necesidad y corresponsabilidad real.
- Hacerse cargo: parece claro que tanto el sistema como quien no está asumiendo su responsabilidad familiar necesita hacerse cargo y tomar acciones.
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